
La actriz que partió su carrera en la pantalla chica protagonizando la teleserie juvenil 16, este año deja los roles de niña para dar vida a la intensa escritora Teresa Wilms Montt en un telefilme de Tatiana Gaviola. La fama se la toma con tranquilidad porque, afortunadamente, casi nunca la reconocen en la calle. Pero confiesa que lo que más le cuesta es dar entrevistas y expresar su mundo con palabras.
Aunque su imagen está repartida por todo Santiago en enormes carteles que promocionan la telenovela Viuda Alegre (TVN), Francisca Lewin avanza entre la gente y se mimetiza hasta alcanzar el anonimato. Casi siempre es lo mismo y eso a ella le encanta. "No se dan cuenta de que soy la misma que sale en la tele", dice riendo esta actriz que también fue rostro de una marca de zapatillas el año pasado. Durante esta conversación, realizada en un café y luego caminando varias cuadras por Providencia, lo comprobamos: su figura frágil y sus enormes ojos celestes captan sólo una que otra mirada de los transeúntes que logran reconocer su rostro sin maquillaje. "Soy una ciudadana bastante normal, asumiendo que también soy lo que tú dices, rostro y todo eso, pero igual ando por la calle, camino un montón, tomo micro y también ando en auto, salgo a andar en bicicleta, voy a nadar. No me privo de cosas, nunca digo ‘no voy a ir a ese lugar por que me van a molestar’. No. Paso bastante inadvertida. Sé que la gente a veces me ve, pero también sé que la mayoría de las veces no me ve".
-¿Será que te ves muy diferente de personaje a como eres en la vida real?
-¡Claro! Soy como poco llamativa (risas) y la gente espera otra cosa de una. Por eso ser conocida me lo tomo con tranquilidad, porque no es una cosa avasalladora e invasiva como lo viven otros colegas.
-¿Y cómo vives eso de ser rostro?
-¡Con las zapatillas puestas! (risas) No sé, no le doy mucho espacio en mi vida, sé que está ahí, que convivo con eso, pero no lo pongo como tema porque no me gusta dramatizar. Lo vivo cuando aparecen cosas que me lo recuerdan: una entrevista, alguien que se me acerca en la calle. Pero es un punto más de mi vida, y mi vida está compuesta por hartos temas.
Francisca irrumpió en la pantalla chica hace ya cinco años, como protagonista de la teleserie juvenil 16. El 2005 fue el año de su despegue profesional: hizo la teleserie 17, pasó de la franja juvenil a la prime como protagonista de la fallida producción Los Capo, y debutó en el cine como la angelical Elisa de Se Arrienda, la película de Alberto Fuguet. Por ese rol tuvo buenas críticas y una nominación al premio Altazor. En teatro ha actuado en Romeo y Julieta (relatos del mar) (2002), Un Enemigo del Pueblo (2003) y Una Mirada Desde el Puente (2006).
Hoy, cuando se acerca a los 28 años, es un nombre seguro en las producciones de TVN y un rostro requerido por directores de teatro, como Francisco Albornoz, Gustavo Meza, Willy Semler y el inglés Ian Wooldridge, y de cine como Mauro Barros (No me Toque) o el mismo Fuguet. Bastante huidiza con la prensa, tiene fama de "excesivamente tímida", frase que se repite en las escasas entrevistas que ha dado. "¡Siempre escriben lo mismo!", dice abriendo aún más sus enormes ojos. Y agrega: "más que tímida soy reservada y no encuentro que sea algo ofensivo. Sé que no soy la preferida de los periodistas porque no tengo mucho contacto con ellos, pero no me hago cargo de esos comentarios".
De lo que sí le encanta hablar es de su trabajo en Teresa en Fuga, el telefilme donde la directora Tatiana Gaviola la convirtió en la compleja poeta Teresa Wilms Montt, una mujer de apabullante belleza que a comienzos del siglo XX sorprendió no sólo con su pluma, sino con su postura masona y anarquista. Wilms Montt debió soportar que su esposo Gustavo Balmaceda la encerrara en un convento al descubrir que su propio primo, Vicente Balmaceda, le enviaba cartas de amor a la escritora. Ella logró arrancar de este encierro con la ayuda de su amigo y amante Vicente Huidobro, pero esa libertad no calmó su desencanto. "Morir, después de haber sentido todo y no ser nada" dejó escrito en su diario de vida, poco antes de tomar una mortal dosis de veronal (somnífero y barbitúrico), cuando sólo tenía 28 años.
La realizadora Tatiana Gaviola conoció a la actriz cuando estudiaba en la Universidad Católica y la dirigió en un capítulo de Cuentos de Mujeres. Y si la eligió para encarnar a Teresa fue fundamentalmente porque "es talentosa, muy trabajadora y muy inteligente como actriz. Hay algo de su físico que puede recordar a la escritora, pero eso no es lo importante, porque hay otras que se acercan más a ella. Sabía que Francisca podía dar con el personaje, y la veremos más sensual, con una zona oscura, muy diferente a lo que le vemos en televisión".
Francisca asumió el desafío con fuerza. "Me metí un montón en el proyecto, desde lo obvio de leer la biografía de Teresa y lo que fuera sobre ella. Estaba súper involucrada, me importa mucho por el personaje. Yo decía ´por muchas cosas que tenga que hacer, tengo que tomarlo’ (el proyecto), porque es un personaje impresionante y porque no tengo muchas posibilidades de volver a hacer algo así", dice.
-¿Sentiste nervios, miedo?
-Todo, todo el miedo del mundo. Cientos de veces me dije "no voy a poder". Hubo muchos momentos en que no quise hacerlo y busqué las excusas para decir que no. Era muy intenso todo, el personaje, las expectativas.
-Es que Teresa fue una tremenda mujer.
-Una tremenda mujer y yo llegué a quererla. No sé cómo será el resultado, pero puse todo para que saliera bien y por eso fue un trabajo fuerte, de mucho compromiso.
-¿Qué es lo que más te remueve de Teresa Wilms Montt?
-Teresa me emociona, me conmueve la vida que tuvo, me conmueve que le haya tocado vivir en un tiempo tan equivocado para ella. Tal vez no me conecto profundamente con sus textos a nivel literario, pero sí he logrado ver la profundidad con la que vivía las cosas. Su dolor y todo lo que pasó, su vida fue demasiado…
-Intensa.
-Claro. Imagínate, a la edad que tengo yo, ya había pasado por todo. También me conmueve cómo ella vivía las cosas, porque siento que yo en general puedo ser un poco más fría para tomar ciertas situaciones. Me asombra cómo ella vivía todo tan de verdad, tan profundamente, aunque creo que también era una mujer intelectual y fría. Tampoco me gusta la imagen de la Teresa visceral, poseída y medio loca. Creo que para llegar a publicar un libro y escribir todo lo que escribió, con todo lo que eso implica, corregir, reescribir, tuvo que ser una mujer muy lúcida.